sábado, 16 de enero de 2010

Eric Rohmer, narrador de historias humanas

El pasado 11 de Enero se nos iba un gran nombre de la historia del cine. A los 89 años de edad nos dejaba Eric Rohmer, cineasta francés considerado como uno de los integrantes más destacados de la Nouvelle Vague.


Fallece uno de los padres de la Nouvelle Vague, observador de las relaciones amorosas y la ligereza humana
(Lluis Uría. La Vanguardia)

Jean-Marie Maurice Schérer nació el 4 de Abril de 1920 en Tulle, Corrèze (Francia). Se licenció en literatura francesa en 1942, y entre ese año y 1949 ejerció como profesor en ese mismo liceo. En 1946 publicó su novela “Elizabeth” con el seudónimo de Gilbert Cordier, así como algunos artículos periodísticos. En 1949 se trasladó a Paris, donde orientó sus pasos hacia el mundo del cine.


Firmando como coautor junto a Claude Chabrol, y utilizando ya el seudónimo de Eric Rohmer, por el que sería conocido como cineasta, publicó en 1957 el libro “Hitchcock”, una monografía sobre el realizador británico.

En el cine son habituales estos cambios de nombre. El de Eric Rohmer, en concreto, es un anagrama de Maurice Schérer. Yo era profesor de literatura en mi juventud y tenía bastantes alumnos. Soy de una familia de la provincia de Alsacia, de mentalidad tradicional, a la que no le gustaba que abandonara mi oficio de profesor, así que, para escribir sobre cine y para moverme en este mundo, me sentía más libre con el seudónimo, que a la vez me parecía más bonito y más armonioso
(Eric Rohmer. "Dirigido por..." 2004)

Eric Rohmer y Jean-Luc Godard

Eric Rohmer ya había rodado sus primeros cortometrajes experimentales cuando conoció a Jacques Rivette y Jean-Luc Godard, con quienes fundó “La Gazette du Cinéma”, revista en la que fue jefe de redacción, mientras colaboraba de manera simultánea como crítico en otras publicaciones especializadas como “La revue du Cinéma”, “Les Temps Modernes”, “La Parisienne” y “Arts”.

Estas experiencias le llevaron a integrar el equipo fundador de “Cahiers du Cinéma”, la célebre revista que se constituyó en embrión de la Nouvelle Vague y de la que Rohmer fue redactor jefe de 1957 a 1963.


En 1959 debutó como director de cine, y no con demasiado éxito de crítica, con el largometraje “El signo del león”. En 1962 inició la primera de las tres series de películas que desarrollaría a lo largo de su carrera, siempre con guiones propios. “Seis cuentos morales” integra “La panadera de Monceau” (1962); “La carrera de Suzanne” (1963); “La coleccionista” (1967); “Mi noche con Maud” (1969), por la que fue nominado al Oscar a la mejor película de habla no inglesa; “La rodilla de Clara” (1970) y “El amor después del mediodía” (1972).


La seguiría, en los años ochenta, “Comedias y proverbios”, serie que incluye “La mujer del aviador” (1980), “La buena boda” (1981), “Pauline en la playa” (1982), “Las noches de luna llena” (1984), “El rayo verde” (1986), y “El amigo de mi amiga” (1987).


Y en la década de los noventa realizó la tercera, “Cuentos de las cuatro estaciones”, formada por “Cuento de primavera” (1990); “Cuento de invierno” (1991), “Cuento de verano” (1996), y “Cuento de otoño” (1998).


Independiente de estos cuatro cuentos surgió en esta misma década “Les rendez vous de Paris” (1994), película fiel al más puro estilo de la Nouvelle Vague, filmada en la capital francesa con cámara de 16 milímetros al hombro y para la cual Rohmer tuvo sólo un pequeño equipo de tres personas – ayudante de producción, operadora y técnico de sonido – con el resultado de tres cortometrajes independientes pero unidos por el tema de la relación de pareja.


Porque Rohmer se reconocía como el más auténtico deudor de la Nouvelle Vague y se vanagloriaba de no haberla traicionado nunca (“He respetado esa idea de que se podía hacer cine sobre la cotidianidad, que no eran necesarias las grandes construcciones dramáticas para tratar la realidad”).

Al conjunto de sus películas hay que añadir numerosos trabajos “fuera de serie”, desde cortos y mediometrajes experimentales, monografías y documentales que rodó a lo largo de los años cincuenta y sesenta, hasta epopeyas de época, comedias de enredo, filmes históricos o thrillers insólitos.


"Mi filosofía no ha cambiado ni creo que vaya a hacerlo. Siempre he pensado que una película merece la pena cuando se puede llegar a la esencialidad. También creo necesario dejar un espacio al azar. Y es entonces cuando se producen esos azares tan valiosos. Paradójicamente, en mis películas todo es fortuito... menos el azar. De ahí se deriva o se desprende que todos los riesgos de mi carrera, que han sido muchos, hayan estado siempre calculados. ¿Una nueva película? Bergman anunció muchas veces su última película, su retirada, su despedida. Pero cuántas últimas películas hizo, ¿no?"
(Eric Rohmer. “El Mundo”)


Su última película, “El romance de Astrea y Céladon” (2007) fue seleccionada para la competición de la Mostra de Venecia de 2007.

A Eric Rohmer nunca le atrajeron los dramas tradicionales, sino los pequeños detalles de las relaciones humanas y los aspectos paradójicos y contradictorios de la psicología de sus personajes. Sus protagonistas hablan constantemente en el intento de explicarse a sí mismos, y lo hacen como si se tratara de una reflexión compartida con el espectador, aunque nunca llegan a una conclusión.


Este elemento, los personajes inconclusos, en lucha permanente entre el deseo y la conciencia, y en general determinados por el azar, está presente en casi toda su obra, lo que refuerza la idea de la realización como una experimentación permanente, una investigación sin punto final.

Rohmer, el mayor de la camada, era un corredor de fondo. Y lo fue a lo largo de toda su carrrera, con sus historias intimistas, con pocos personajes, tanto si trataban de la cotidianidad parisiense como si su acción se situaba en épocas remotas propicias al espectáculo facilón
(Roman Gubern, escritor e historiador de medios de comunicación)


A lo largo de su fructífera carrera, Eric Rohmer vio reconocido su trabajo con infinidad de premios en todo el mundo. Entre otros, el Premio del Círculo de Críticos Cinematográficos de Nueva York por “Mi noche con Maud” (1969), la Concha de Oro en el Festival de Cine de San Sebastián por “La rodilla de Clara” (1970), el Gran Premio del Jurado en el Festival de Cine de Cannes por “La marquesa de O” (1976) o el Premio Especial en el Festival de Cine de Montreal por su trabajo completo en “Comedias y Proverbios“, con la ocasión añadida de presentar en competición oficial “El amigo de mi amiga” (1987).

O el Luchino Visconti de 1990 a su carrera en los David di Donatello Award del cine italiano y el León de Oro a toda su carrera en el Festival de Cine de Venecia 2001.

León de Oro en el Festival de Venecia

Bajo una aparente ligereza, dotaba a sus filmes de tal rigor que lo sitúa entre los más grandes directores de la historia
(Thierry Frémaux, delegado general del Festival de Cannes)

En el 2009 celebrábamos los 50 años de la Nouvelle Vague. Cine en letras mayúsculas que debemos agradecer, entre otros cineastas, a Eric Rohmer.


"Si tuviera actores más caros, si emplease más medios técnicos, si tuviese un equipo más pesado, mis filmes serían peores"
(Eric Rohmer)

5 comentarios:

Wolffo dijo...

Acabo de escribir a cierto bloguista en "Elegí un mal día..." que esciribiera algo sobre Eric Rohmer, a quien conocía sólo de referencias, y me encuentro con este interesantísimo artículo. Gracias, Cleminova, este sitio es un chollo para los curiosos como yo. Se aprende un huevo.
Un beso y felicidades por el programa.

Clementine dijo...

Gracias a ti, Wolffo, por asomarte fielmente a mi humilde blog.
En cuanto a Rohmer, te recomiendo que veas alguna peli suya si tienes ocasión. Cuenta muy bien sus historias y es todo muy natural, incluídos sus actores, que no parece que estén actuando.
Yo me voy a ver esta noche, precisamente, como homenaje, "Pauline en la playa".
Te advierto que el cierto bloguista que mencionas también conoce muy bien a este director.
Un beso.

Cartelia dijo...

Gracias, le has pegado un buen repaso (en el sentido que aquí se requiere, que me ha quedado raro).

Si es que no tengo nada que decir: he visto pelis suyas y me gusta mucho, pero no puedo añadir ni una miaja a lo que has dicho.

Voy a tener que volver a estudir, que quedo fatal con los comentarios...

Clementine dijo...

Bueno, Cartelia, el hecho de que hayas visto pelis suyas y te guste ya le aporta mucho a tu comentario.
Y a tu criterio cinematográfico, que también lo tienes, vive Dios.

Jose María dijo...

Hace algunos años tuve la suerte de hacer un documental para el canal "Cinemanía" sobre Eric Rohmer. Lo titulamos "Entre cuentos, proverbios y estaciones". Felipe Vega, el director de cine español con más influencia de Rohmer, escribió un texto introductorio. Antonio Santamarina, subdirector de la filmoteca y autor del mejor libro en español sobre el maestro, nos concedió una entrevista que era un curso intensivo sobre la Nouvelle Vague. Una televisión francesa nos cedió una entrevista con Rohmer, porque Rohmer no concedía entrevistas desde hacía siglos. Y yo hice el guión. Pero lo mejor es que para ello tuve que ver casi todo el cine de Eric Rohmer, que es como dejar durante un mes que la vida te pasara por delante sin cámaras de por medio.
Hay una secuencia de "El rayo verde" en la que un anciano les explica a dos turistas en qué consiste ese fenómeno que si la ves por la calle yo creo que queda menos natural. "Cuento de invierno" es una maravilla de sensibilidad y realismo. "La rodilla de Clara" es una perversión de las que todos hemos tenido, natural, no como las de Medem.
Con ochentaymuchos años, Rohmer se cascó una película llamada "La inglesa y el Duque" que era una historia de época utilizando tecnología digital. Rodó con chroma, e incrustó como fondos y decorados cuadros del siglo XVIII. Innovación digital pura ¡a los ochentaypico años!
A la gente que todavía dice que es aburrido el cine francés, el de la Nouvelle, o el de Rohmer, les diría que lo vieran. Porque si dicen eso es porque no lo han visto.