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martes, 20 de octubre de 2009

Una tarde en el circo... con Lydia

Jeff Wilson, joven gerente de un circo, y Julie Randall, la bella domadora de caballos, están enamorados. Con el fin de casarse, él consigue un crédito para optar por la compra del circo. Al abrir la caja de la recaudación del día, Jeff es atracado, llevándose los malhechores su dinero. Antonio Pirelli (Chico), su mejor amigo y responsable de la seguridad del circo, telegrafía a Cheever Loophole (Groucho), famoso abogado, para solucionar el problema. Con la ayuda de Pirelli y de Punchy (Harpo), Loophole intenta descubrir la identidad de los ladrones. Aparece entonces en escena la Sra. Dukesbury, la viuda más rica de Estados Unidos. Por supuesto, Margaret Dumont.


El 20 de Octubre de 1939, hace hoy 70 años, tuvo lugar el estreno de “Una tarde en el circo”. Producida por Mervyn Leroy para la Metro Goldwyn Mayer, la película contaba en su reparto con Chico, Harpo, Groucho y… Margaret Dumont.

El director de esta divertida comedia, Edward Buzzell, era un antiguo actor de vaudeville que había aparecido anteriormente en algunas comedias de Broadway y en varias películas de finales de los años veinte. Y, casualmente, en más de una ocasión había compartido ya cartel con los Marx en los circuitos teatrales.


Para el guión de esta película, originalmente llamada “A day at the circus”, fue elegido Irving Brecher, quien siguió básicamente el esquema de “Un día en las carreras”, en especial en cuanto a los personajes que encarnan los Marx. Chico es amigo del protagonista y manda llamar a Groucho, que en este caso es abogado en lugar de veterinario mientras que Harpo, una vez más, está al servicio de uno de los malos. En cuanto a Margaret Dumont, interpreta esta vez a la tía de la protagonista, la acaudalada señora Dukesbery y, aunque aparece transcurridos 50 minutos, su presencia resulta, como siempre, esencial.

LOOPHOLE: “Ya has olvidado aquellas noches en la Riviera cuando los dos contemplábamos el cielo. La luna se bañaba en el Mediterráneo. Éramos jóvenes, alegres, inocentes. La noche en que bebí champagne en tu zapato… Dos litros. Hubiera cabido más, pero llevabas plantillas. ¡Oh, Hildegarde!”
Sra. DUKESBURY: “¡Me llamo Susanna!”

LOOPHOLE: “¡No lo estropees! ¿No te basta con haber matado algo sublime y bello? ¡Susanna! ¡Oh, Susanna! Tú confía en mí, necesito diez mil dólares aunque no son para mí”

 

Sra. DUKESBURY: “Salga usted de esta habitación o tendré que llamar a los sirvientes”

LOOPHOLE: “Que se enteren los criados, que se entere todo el mundo de lo nuestro”

Un dato curioso de “Una tarde en el circo” es la colaboración, sin acreditar, de Buster Keaton. Aunque esto no llegó a hacerse público, Keaton trabajó en esta película como creador de gags. Su carrera en el cine ya había finalizado y sus gags, complejos y elaborados, no acababan de cuadrar con el tipo de humor de los hermanos Marx. Cuando Groucho le mencionó a Buster lo inapropiados que eran sus gags para ellos, Keaton respondió: “Sólo hago lo que el señor Mayer me ha dicho que haga. Vosotros, chicos, no necesitáis ayuda”.


Una tarde en el circo” cuenta con cuatro canciones principales en su banda sonora. Harold Arlen y Yip Harburg fueron los artífices de estas pegadizas melodías, trabajo que hicieron paralelo a la creación del hoy ya clásico “Over the rainbow” (con el que obtuvieron el Oscar a la mejor canción original) perteneciente a “El Mago de Oz”.

Arlen, uno de los compositores más prolíficos del siglo XX, aprendió a tocar el piano en su infancia y llegó a formar una banda musical en su juventud. En la década de los años 20 trabajó como acompañamiento al vaudevil, para formar parte más adelante de orquestas de renombre como la de Red Nichols. Después vendrían innumerables composiciones para Broadway y la gran pantalla. Harburg, por su parte, era un exitoso escritor de canciones. Había ya trabajado en varias ocasiones con Ira Gershwin, su antiguo compañero de universidad. Y fue gracias a aquél como Harburg entró en el mundo de los musicales y consiguió un contrato en Hollywood.


La divertida “Lydia, the tattoed lady”, interpretada por Groucho en el vagón restaurante del tren, ante los regocijados miembros de la troupe, sobresale entre el resto de las canciones de esta banda sonora. Este tema apareció por primera vez en esta película de los hermanos Marx y se convirtió en una de las canciones más significativas de la carrera de Groucho.

Tal fue el éxito que obtuvo esta melodía, que podemos encontrar distintas versiones de la misma en películas hoy tan conocidas como "Historias de Filadelfia" (1940) o “El rey pescador” (1991), en series como “Mash” o en episodios de Walt Disney como “The treasure of Croesus” (entonada por el mismísimo Pato Donald).


El creativo Jim Henson tampoco pudo resistirse a incluir dicha canción en su maravilloso Muppet Show. En uno de los episodios de la serie, allá por 1976, la Rana Kermit  nos canta “Lydia the tattoed lady”. Y es que esta cancion era una de las favoritas de Henson, siendo él mismo el encargado de dibujar los tatuajes de su peculiar Lydia.

Sí, geniales todas las versiones. Pero no olvidemos nunca que esta canción… es de Groucho.


El rodaje de “Una tarde en el circo” finalizó en Junio de 1939 y la película se estrenó en Octubre con los resultados previstos.

Y es que los hermanos Marx tenían ya su propio público.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Margaret Dumont: Ella y sus hermanos

El gran y genuino Groucho la describía de la siguiente manera: “Me divertían mucho las escenas románticas con ella. Era una mujer maravillosa. Y era la misma en escena que fuera de ella, siempre una digna dama. Se lo tomaba todo muy en serio”.

Él la llamaba su “prácticamente quinta hermana Marx”. En la ceremonia de los Oscars de 1974, cuando al actor le fue entregado un Oscar Honorífico por su exitosa carrera, nos confesaba: “Desearía que Harpo y Chico hubiesen estado aquí, así como Margaret Dumont, la cual nunca entendió ninguno de nuestros chistes. Solía decirme: “¿De qué se ríen, Julie?” Pero era una actriz “bandeja” extraordinaria y yo la adoraba…”

Daisy Juliette Baker nació el 20 Octubre de 1882 en Brooklyn, Nueva York. De padre irlandés y madre francesa, se educó en Europa, donde disfrutó de las ventajas que suponía tener un tutor. La pasión de su madre por la ópera indujo a la joven a tomar lecciones de canto. Pero su afición por el teatro la llevó a debutar, con el nombre artístico de Daisy Dumont, en el mundo de la revista musical y, más adelante, en los music hall de Inglaterra y Francia. Actuó también en los mejores teatros de París, Viena, Berlín y Londres.


Cierta noche de 1907, el empresario teatral neoyorkino J. J. Schubert, que se encontraba en París, acudió con unos amigos a ver una revista en la que actuaba una joven cantante y actriz con voz bien timbrada y aspecto elegante. En pocos meses, Margaret Dumont firmaba un contrato para actuar en Broadway, contrato que fue renovado en dos ocasiones. Interpretando un musical, “The summer widowers”, conoció a John Moller Jr, hijo de un importante hombre de negocios y miembro de una de las cuatrocientas familias de Nueva York más prominentes en el terreno social.

Tras permanecer tres temporadas en Broadway, Dumont contrajo matrimonio con Moller y se alejó de los escenarios. Se convirtió entonces en una señora de la sociedad estadounidense, repartiendo su tiempo entre Palm Springs, París y Nueva York y asistiendo a fiestas de postín.

Al fallecer su marido en 1918, Margaret regresó a Broadway para actuar en la obra teatral “Mary” y en una serie de revistas musicales. Fue entonces cuando la eligieron para interpretar a Mrs. Potter, junto a los hermanos Marx, en la obra de teatro “The Cocoanuts”.

A ésta siguió otra obra también con ellos, “Animal crackers”. Empezaba así para la actriz una nueva etapa en la que conseguiría fama internacional. Su primera aparición con los Marx en la gran pantalla fue también en la primera película de ellos, "Los cuatro cocos", en la que Margaret llevaba a cabo el mismo papel que había hecho en la obra de teatro del mismo nombre.

SRA POTTER: “¿Me deja decir una palabra, por favor?”
HAMMER: “Me parece que no, y hay otra cosa que quería mencionar. ¿Qué será de usted cuando tenga sesenta y cinco años? Ya sólo le quedan tres meses…”
(“Los cuatro cocos”)


Margaret rodó con los Marx un total de siete películas. La continua improvisación de los tres hermanos en los guiones hacía más difícil el trabajo de Dumont. Sin embargo, esto no fue obstáculo para que ella se divirtiera mucho trabajando con ellos, al menos en la mayor parte del tiempo (“Fue divertido mientras duró, pero no volvería a repetir la experiencia. Hacer películas con los hermanos Marx era llevar una vida realmente intensa”). En 1937, Margaret obtuvo el Screen Actors Guild Award por su papel en "Un día en las carreras". De sí misma decía: “Soy una correcta dama, la mejor en Hollywood. Interpretar el adecuado papel es todo un arte. Debes arropar a tu hombre, pero nunca superarle, nunca acaparar la risa”.


HAMMER: “Me refiero a sus ojos… a sus ojos, que brillan como los pantalones raídos de un traje azul”
SRA POTTER: “¿Cómo? Eso es un insulto”
HAMMER: “No es un comentario sobre usted,
es sobre los pantalones”
(“Los cuatro cocos”)

Con los Marx representó a menudo a una viuda rica a la que Groucho no tenía mucho respeto pero sí cortejaba por su dinero. Una mujer rica e ingenua, de porte aristocrático, que siempre se dejaba embelesar por el personaje de Groucho.

RUFUS T. FIREFLY: “Aquí están los planes de guerra. Valen tanto como tu vida, y es decir muy poco. Vigílalos como una gata a sus gatitos. ¿Has tenido gatos alguna vez? Claro que no. Estás muy ocupada jugando al bridge. ¿Comprendes lo que intento decirte? Te amo, ¿por qué no te casas conmigo?”
(“Sopa de ganso”)

Los papeles que ella interpretó con los hermanos Marx eran encantadoramente inocentes. Traslucían una innegable atracción por el personaje encarnado por Groucho, siempre un vividor impresentable, al que perdonaba una y otra vez sus incalificables atropellos y desdenes en cuanto éste desplegaba sus lisonjas, tomando incluso por halagos o rarezas los surrealistas insultos de Groucho, que a menudo no comprendía, con lo que despertaba en el público a la vez la risa y la compasión.

Morrie Ryskind, co autor de las películas “Los cuatro cocos”, “El conflicto de los Marx” y “Una noche en la ópera”, recalcaba que Margaret Dumont realmente era el personaje que interpretó con tanto éxito en la escena y en la pantalla: “Había sido una dama de la sociedad y, tras morir su marido, necesitaba un trabajo. Groucho le comentó que aquello sería divertido”. Efectivamente, el personaje que interpretó en la pantalla como una impasible mujer de buena sociedad se correspondía exactamente con lo que ella era. Su marido fue un millonario industrial y ella a menudo localizaba sus películas en sus mansiones de Palm Springs, California, y París, Francia.

Y de la siguiente manera expresaba el concepto de su famosa dignidad: “No es el vestido largo o su fino material lo que hace elegante o no a una mujer, sino su porte y la cantidad de ropa que lleva bajo el vestido”. Su inimitable cualidad, que la hacía tan diferente al resto de las actrices del momento, fue perfectamente descrita por el director George Cukor: “Su elegancia fue perfectamente fingida”.

HUGO HACKENBUSH: “Emily, no puedo ocultarlo
por más tiempo. La amo”
EMILY UPJOHN: “¡Oh, Hugo!”
HUGO HACKENBUSH: “Es la eterna historia. Chico encuentra a chica. Romeo y Julieta. ¡Tarzán y los monos!”
(“Un día en las carreras”)
 
Tras su colaboración con los hermanos Marx, y aunque en pequeños papeles bastante espaciados unos de otros, Dumont continuó apareciendo en la gran pantalla durante las décadas de los 40, 50 y 60. Actuó en más de cincuenta películas, eso sin contar sus pequeñas intervenciones en el cine mudo. Coincidió también en la gran pantalla con otros cómicos de renombre como W. C. Fields (“Never give a sucker an Ever Break”), Laurel y Hardy (“The dancing masters”), Danny Kaye (“Rumbo a Oriente”), Red Skelton (“Escuela de sirenas”), Jack Benny ("The horn blows at midnight") o Abbott y Costello (“El pequeño fenómeno”). Y destacan también otros títulos de su filmografía como “Historia de dos ciudades” y “Mujeres”. O “Ella y sus maridos”, su última aparición en pantalla, en donde daba vida a la madre del personaje de Shirley McLaine.


En 1965, pocos días antes de su muerte, tuvo la oportunidad de recrear junto a su inseparable Groucho una escena de “El conflicto de los Marx”. Fue en el programa de televisión "The Hollywood Palace". Todo un documento.

Margaret Dumont nos dejaba el 6 Marzo de 1965 a la edad de 83 años. En las entrevistas que concedió a lo largo de su vida, tanto en prensa como en televisión, conservó siempre el aire del antiguo estilo teatral, con su cuidada dicción, y una voz potente que se podía proyectar para alcanzar la última fila del teatro. También era una correcta cantante de melodías clásicas, faceta ésta que aprovechó en algunas de sus películas.

Fue una actriz muy versátil que interpretó un extenso abanico de papeles durante sus largos años de carrera, primero en el teatro y después en el cine. Aunque, inevitablemente, será siempre recordada como la “prácticamente quinta hermana Marx”.

WOLF: “Martha, querida, hay muchos lazos que nos mantendrán unidos eternamente”
MARTHA: “¿En serio?¿Cuáles son?”
WOLF: “Sobre todo económicos y materiales…”
MARTHA: "Y dime, Wolfie, cariño, ¿tendríamos una casa bonita?”
WOLF: “Pues claro. ¿No estarás pensando en mudarte?”
(“Tienda de locos”)

Gracias, Margaret. Por querer compartir tu saber estar y tu saber hacer con todos nosotros. Y gracias, también, a Ana Díaz Plana, Elsa Fábregas y Carmen Robles, las tres maravillosas voces españolas de esta distinguida dama americana.

lunes, 3 de agosto de 2009

Los cuatro cocos

El Hotel de Cocoanut atraviesa uno de sus peores momentos. Su propietario y director, el señor Hammer (Groucho para los amigos), debe ya algunas semanas de paga a sus botones y demás empleados. Entre los pocos clientes del hotel, la millonaria señora Potter (cómo no, Margaret Dumont) es la única que paga sus facturas. Las pérdidas del negocio hotelero obligan a Hammer a vender parcelas de la finca. En ese momento, llegan al hotel dos personajes excéntricos (hablamos, claro, de Chico y Harpo) que, por supuesto, provocan un caos aún mayor en el establecimiento.

Este genuino argumento pertenece a la primera película de los hermanos Marx: Los cuatro cocos” (The cocoanuts), comedia musical producida por la Paramount y dirigida por Robert Florey y Joseph Santley. Estrenada el 3 de Agosto de 1929, hace hoy 80 años, fue uno de los primeros ejemplos de adaptación de una obra musical al nuevo medio, el cine.


Una vez alcanzada la consagración en Broadway, gracias al fulgurante éxito de su espectáculo “I’ll say she is!”, los hermanos Marx prosiguieron su carrera de triunfos en el escenario con “The Cocoanuts” y “Animal crackers”. La obra musical “The Cocoanuts” comenzó su andadura el 8 de Diciembre de 1925 en el Lyric Theatre de Nueva York. Con libreto de George S. Kaufman y maravillosas canciones de Irving Berlin, tuvo 276 representaciones y fue protagonizada por los cuatro hermanos Marx y Margaret Dumont.

A finales de Diciembre de 1928, en plena representación de “Animal Crackers”, los Marx recibieron una llamada de la agencia William Morris comunicándoles que la Paramount tenía interés en realizar una adaptación cinematográfica de “The cocoanuts”.


En principio, la oferta hecha por Adolph Zukor fue de 75.000 dólares por todo el conjunto, es decir, actores y libreto. Pero el siempre hábil negociador Chico consiguió que el presidente de la Paramount llegara a los 100.000 porque, según le explicó, la obra representaba toda una vida de dedicación al espectáculo, una vida puliendo y desarrollando su particular estilo de humor.

Morrie Ryskind fue el encargado de hacer unas sencillas adaptaciones al libreto, ya que lo que se pretendía era filmar el espectáculo tal cual fue representado en Broadway. Pero no fue tan simple como podría parecer para el productor ni para los directores. El film contó con dos directores distintos, asignados por el propio Zukor, de los que Groucho decía: “Uno de ellos (el francés Robert Florey) no entiende el inglés, y el otro (el antiguo director de baile Joseph Santley) no entiende la comedia”.


El mayor problema, sin embargo, consistió en lograr un sonido aceptable. “Los cuatro cocos” fue rodada en un teatro de Nueva York. Aún no existían los platós insonorizados y era necesario improvisar ingeniosas soluciones, como forrar las paredes con arpillera y construir cabinas donde meter las ruidosas cámaras y los artilugios para registrar los diálogos. Además, tuvo que ser rodada en las primeras horas de la mañana para reducir los ruidos del tráfico exterior. Entre otros pequeños trucos de ingenio, todos los papeles utilizados como accesorios en la película fueron previamente mojados. Esto permitía no sobrecargar el incipiente equipo de sonido con el ruido de papeles arrugándose.

Hubo muchas demoras durante la filmación y en su mayoría fueron debidas a las ausencias injustificadas de Chico en el set de rodaje. Se escapaba un rato a consultar con su corredor de apuestas o a jugar un par de manos de pinacle. Y si la cosa se ponía bien, se olvidaba de volver. El resto de hermanos tenían que salir en su busca. Y cuando, al fin, se lograba reunir a los cuatro y la cámara se ponía en funcionamiento, la filmación quedaba interrumpida porque a uno de los hermanos se le ocurría improvisar, lo cual provocaba la estruendosa carcajada de uno de los directores, carcajada que ahogaba cualquier otro sonido que debiera registrarse en la banda sonora. Se hacía entonces un descanso hasta la siguiente toma, y esto le daba a Chico oportunidad de escaparse de nuevo. Y, una vez más, los otros tres hermanos debían ir en su busca. Para resolver el doble problema hicieron que los directores se comunicasen con los actores, por señas, desde el interior de una jaula de vidrio insonorizada. Y después se resolvió lo de Chico. Le pusieron un teléfono para que pudiera llamar a su corredor de apuestas cuando quisiera sin tener que detener la producción.

Las primeras discusiones con producción surgieron a propósito del famoso bigote pintado de Groucho y su costumbre de hablar con los espectadores. El productor consideraba imprescindible para la película un bigote de pelo auténtico, y pretendía que Groucho no se dirigiera al hablar a la cámara como si se tratara del público. Se hizo necesario rodar una prueba y organizar un pase previo en cine para demostrar que el actor tenía razón. En el final de la película, los cuatro hermanos se saludan entre ellos para después saludar durante un buen rato a cámara, es decir, al público.


Acostumbrados durante años a moverse a sus anchas por los escenarios, para ellos representaba una tortura el tener que mantenerse dentro de los límites marcados con tiza en el suelo del plató, para no salirse de cuadro o evitar quedarse en sombras. El director de fotografía, George Folsey, explicaba : “En una secuencia tuvimos cuatro cámaras siguiendo a Groucho. Una de ellas le tenía en primer plano, cuando llamaba al botones. Éste no respondía y Groucho se agachó para meter la cabeza por el agujero de la mesa. El cámara lo perdió, claro. Cuando éste intentó picar la cámara hacia el suelo, aquél ya se había levantado”.

Los personajes de Chico y Harpo no tenían nombre en esta película. En los créditos aparecen como “Chico” y “Harpo”. En la representación en Broadway de la misma obra, Chico era llamado “Willy the wop” y Harpo “Silent Sam”. En una escena de la película, Harpo es referido como “Silent Red”. Sin embargo, la peluca roja de Harpo parece negra en pantalla. Esto le llevó a que en sus siguientes films utilizara una peluca rubia para que pareciera más luminosa.


En “Los cuatro cocos”, como ocurriría en sus posteriores películas, existen momentos autobiográficos de lo hermanos Marx, es decir, momentos basados en sus propias experiencias. Uno de ellos lo tenemos en la escena en la que Chico y Harpo deciden registrarse en el hotel:

GROUCHO: “Lo siento, no tenemos vacantes… Pero tenemos habitaciones”.
CHICO: “Muy bien, tomamos una habitación”.
GROUCHO: “¿Quieren una habitación?
CHICO: “No, tomamos una vacante”.

Esto hace alusión a un incidente que tuvo Groucho en un hotel americano. El letrero de la entrada decía “Free rooms”. Groucho se negó a pagar su estancia en dicho hotel alegando que “free” significa “gratis”. Lo cierto es que “free” también tiene en inglés otro significado: “libre”. El caso fue a juicio, y el juez le dio la razón a Groucho por considerar que el cartel era ambiguo y que el cliente se acogió al significado que más le convenía, significado por otra parte correcto. Desde entonces, los hoteles americanos cambiaron su cartel de “free rooms” por “vacant rooms".

Otro momento basado en una experiencia personal de los hermanos lo tenemos cuando Chico es interrogado respecto a la chaqueta que lleva:

MUJER: “¿Es su chaqueta? Pues no le sienta bien”.
CHICO: “Claro, me la hicieron a medida”.

Da la “casualidad” de que el padre de los hermanos Marx era sastre. Al menos, ejercía como tal (“No utilizaba el metro y se negaba a hacer patrones, de ahí que nunca tuviera el mismo cliente dos veces”). ”.

Paralelamente al rodaje de “Los cuatro cocos”, los Marx representaban “Animal Crackers” en el 44th Street Theatre, en Broadway, todas las noches y las tardes de los Miércoles y Domingos. La función terminaba tarde y, a pesar de que sólo rodaban cuatro días a la semana, madrugar para ir al plató era un suplicio añadido. Chico y Harpo, en especial, tenían la costumbre de dormirse en los camerinos entre plano y plano.

Groucho, Harpo, Chico, Margaret Dumont y Basil Ruysdeal, en el papel del detective, repetían los personajes que habían interpretado en el escenario. Pero Mabel Whithee y Jack Baker, los personajes musicales más importantes en la obra teatral, fueron sustituidos por Mary Eaton y Oscar Shaw, quienes incluso consiguieron que sus nombres figuraran en los carteles y en los títulos a la misma altura que los hermanos Marx.


El preestreno de “Los cuatro cocos” tuvo lugar el 23 de Mayo de 1929, en el cine Rialto de Times Square, Nueva York. Pero el resultado de la proyección no gustó a los hermanos Marx. No era lo que ellos esperaban. La copia no estaba en buen estado y el equipo de sonido del cine era muy deficiente. Intentaron comprar el negativo y destruirlo. Afortunadamente para nosotros, el estudio no aceptó. Una vez subsanados algunos defectos, el largometraje funcionó muy bien, recaudó más de dos millones de dólares y se convirtió en la película más taquillera de las producidas por el estudio en ese año.

Llegó a comentarse que si la recaudación había sido tan alta fue debido a que miles de espectadores vieron la película una y otra vez. Porque entre el mal sonido y las carcajadas del público no se enteraban de la mitad de los chistes. 


Los cuatro cocos” fue el inicio de una bonita amistad entre los hermanos Marx y el cine. Amistad que aún hoy perdura.