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martes, 20 de julio de 2010

El botones

La comedia cómica es un asunto muy serio. Si el tono cómico decae, de golpe y porrazo la situación se pone difícil. Es algo muy especial que sólo se entiende cuando se ha pasado por ello
(Jerry Lewis)


A principios de 1960, recién salido de su fructífera y exitosa unión con Dean Martin, tanto en la gran pantalla como en los escenarios americanos, Jerry Lewis se embarcaba valientemente en solitario en el mundo de Hollywood.

El título elegido para tal fin era “El Ceniciento”, listo para ser lanzado ese mismo verano. Pero Jerry prefería esperar para su estreno a la época navideña por tratarse de una película orientada a la familia.

La Paramount, productora entonces de los films de Jerry Lewis, accedió con recelo a tal petición siempre y cuando Jerry les entregara otro título para estrenar a cambio.


Aquella noche volé de Los Ángeles a Miami, pues estaba comprometido para la inauguración del Fontainebleau Hotel el 17 de Enero. Durante el viaje se me ocurrió una idea. Era la visión de un botones, interpretando su papel en clave de pantomima; el personaje era un símbolo de protesta contra las personas que miran a los botones, a los ascensoristas y a otros trabajadores uniformados como maniquís sin cara

Así que Lewis se comprometió a un nuevo y vertiginoso proyecto que él mismo, además de protagonizar, escribiría y dirigiría.

"Estuve ocho días y ocho noches sin dormir. No tuve ni un instante de sueño. Escribí 165 páginas, escena tras escena. En mi condición de director de mí mismo, tenía además el trabajo de contratar a otros actores


En los títulos de crédito iniciales de la película, el reparto viene encabezado por Jerry Lewis y a continuación aparece, entre el resto de un magnífico elenco, Joe Levitch, auténtico nombre del actor.

Y es que en la historia se da la curiosa circunstancia de que coinciden en el hotel Stanley, uno de los numerosos botones, interpretado por Jerry Lewis, y Jerry Lewis, la aclamada estrella de cine, interpretado por Joe Levitch.


Pero Lewis no es el único miembro del reparto que desdobla su interpretación. Otro de los botones del hotel es encarnado por el también cómico Milton Berle quien, a su vez, hace también de sí mismo como huésped de honor.


Actor cómico estadounidense, Milton es una de las figuras más legendarias del mundo del espectáculo norteamericano, aunque forjado más en salas de fiestas, y a través de la televisión, que en la gran pantalla.

En “El botones” nos encontramos asimismo con dos escenas homenaje a los hermanos Marx. Y es que Jerry llegó a entablar también una estrecha amistad con estos geniales hermanos a partir de una inicial carta que le envió Groucho en la que le animaba tras su ruptura con Dean Martin.

Una de estas escenas rinde tributo a la antológica del camarote de “Una noche en la ópera”, aquí a través de un sorprendente ascensor en el que van entrando un número interminable de personajes.


La otra secuencia de “El botones” va directamente dirigida a Harpo y, en especial, a uno de los múltiples trabajos que desempeñó de joven, el de botones en un lujoso hotel. Siendo además aleccionado por el gerente, que le había asegurado buenas propinas a través de Cecilia Langhorne, la famosa trágica inglesa y huésped del hotel, ya que cualquiera que sacara a pasear a su animal de compañía recibía siempre una propina de veinticuatro centavos.

Pero resultó que el animal de compañía de esta señora era un cachorro de leopardo que, a mitad de su primera salida con Harpo, descubrió a un perro y se deshizo de la correa. Harpo regresó al hotel y le entrego la correa a la afamada actriz contándole que un individuo recién salido de una armería había matado a su leopardo. Evidentemente, tuvo que cambiar de empleo.


En “El botones”, a Stanley no le es confiado un leopardo pero sí un sinfín de perros que se le escapan nada más salir del hotel. Perros que tranquilamente él sustituye por un mismo número de galgos listos para participar en una concurrida carrera que, evidentemente, debe ser anulada.


A través de esta película, Jerry Lewis da las gracias, de una manera u otra, a sus predecesores en el mundo de la comedia cómica que tanto le ayudaron a forjarse como uno más de ellos.

Por eso, no podía faltar en “El botones” la referencia a uno de los mayores ídolos de Jerry: Stan Laurel.

Era un hombre agradable, cálido y sencillo que no pedía nada a nadie y que se limitaba al placer de dedicar sus últimos días a mirar el océano y a soñar en los tiempos en que las sonrisas eran más alegres y los amigos estaban más cerca.
Sí… Soy fan de Laurel y Hardy… lo he sido desde que puedo recordar. Y conocí a Laurel, que fue la alegría de mi vida, el estar sentado junto a él durante horas… y aprender


A Jerry, como tributo a un gran talento y a un maravilloso amigo.
Mi admiración siempre, Stan


Aparte del hecho de que el personaje del botones que interpreta Jerry responda al nombre de Stanley, la figura de Stan Laurel aparece intermitentemente a lo largo de toda la cinta, dedicada claramente a él, encarnada por el actor Bill Richmond.

Rostro conocido de la pequeña pantalla, guionista de cine y televisión, productor, actor y compositor americano, Richmond colaboró habitualmente como guionista en los trabajos posteriores de Jerry (“El profesor chiflado” entre otras) y en varios episodios de “The Jerry Lewis Show”.


El 8 de Febrero de 1960 comenzaba el rodaje de “El botones”, concluyendo tan sólo cuatro semanas más tarde. Jerry llevó a cabo el montaje de la película, entre el 10 de Marzo y mediados de Abril, paralelamente a un espectáculo que realizó para el Sands Hotel. Y en Mayo entregaba a la Paramount la película lista para su distribución.


Así fue como el 20 de Julio de 1960, se estrenaba “El botones”, una de las más ingeniosas comedias americanas de la historia del cine. Una serie continuada de gags y situaciones aparentemente espontáneos que eran, en realidad, producto de un ritmo desarrollado con una matemática precisión.

Contra todo pronóstico, sobre todo por parte de la Paramount, este proyecto produjo diez millones de dólares y fue entendido a la perfección por el público americano, que descubrió con agrado que su cómico favorito atesoraba un enorme talento como guionista, creador de gags y director.


Enhorabuena Jerry, una vez más desde “La Gran Pantalla”, por tu triunfal entrada en el mundo de Hollywood. Y gracias por regalarnos esta pequeña joya en forma de comedia comica.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Margaret Dumont: Ella y sus hermanos

El gran y genuino Groucho la describía de la siguiente manera: “Me divertían mucho las escenas románticas con ella. Era una mujer maravillosa. Y era la misma en escena que fuera de ella, siempre una digna dama. Se lo tomaba todo muy en serio”.

Él la llamaba su “prácticamente quinta hermana Marx”. En la ceremonia de los Oscars de 1974, cuando al actor le fue entregado un Oscar Honorífico por su exitosa carrera, nos confesaba: “Desearía que Harpo y Chico hubiesen estado aquí, así como Margaret Dumont, la cual nunca entendió ninguno de nuestros chistes. Solía decirme: “¿De qué se ríen, Julie?” Pero era una actriz “bandeja” extraordinaria y yo la adoraba…”

Daisy Juliette Baker nació el 20 Octubre de 1882 en Brooklyn, Nueva York. De padre irlandés y madre francesa, se educó en Europa, donde disfrutó de las ventajas que suponía tener un tutor. La pasión de su madre por la ópera indujo a la joven a tomar lecciones de canto. Pero su afición por el teatro la llevó a debutar, con el nombre artístico de Daisy Dumont, en el mundo de la revista musical y, más adelante, en los music hall de Inglaterra y Francia. Actuó también en los mejores teatros de París, Viena, Berlín y Londres.


Cierta noche de 1907, el empresario teatral neoyorkino J. J. Schubert, que se encontraba en París, acudió con unos amigos a ver una revista en la que actuaba una joven cantante y actriz con voz bien timbrada y aspecto elegante. En pocos meses, Margaret Dumont firmaba un contrato para actuar en Broadway, contrato que fue renovado en dos ocasiones. Interpretando un musical, “The summer widowers”, conoció a John Moller Jr, hijo de un importante hombre de negocios y miembro de una de las cuatrocientas familias de Nueva York más prominentes en el terreno social.

Tras permanecer tres temporadas en Broadway, Dumont contrajo matrimonio con Moller y se alejó de los escenarios. Se convirtió entonces en una señora de la sociedad estadounidense, repartiendo su tiempo entre Palm Springs, París y Nueva York y asistiendo a fiestas de postín.

Al fallecer su marido en 1918, Margaret regresó a Broadway para actuar en la obra teatral “Mary” y en una serie de revistas musicales. Fue entonces cuando la eligieron para interpretar a Mrs. Potter, junto a los hermanos Marx, en la obra de teatro “The Cocoanuts”.

A ésta siguió otra obra también con ellos, “Animal crackers”. Empezaba así para la actriz una nueva etapa en la que conseguiría fama internacional. Su primera aparición con los Marx en la gran pantalla fue también en la primera película de ellos, "Los cuatro cocos", en la que Margaret llevaba a cabo el mismo papel que había hecho en la obra de teatro del mismo nombre.

SRA POTTER: “¿Me deja decir una palabra, por favor?”
HAMMER: “Me parece que no, y hay otra cosa que quería mencionar. ¿Qué será de usted cuando tenga sesenta y cinco años? Ya sólo le quedan tres meses…”
(“Los cuatro cocos”)


Margaret rodó con los Marx un total de siete películas. La continua improvisación de los tres hermanos en los guiones hacía más difícil el trabajo de Dumont. Sin embargo, esto no fue obstáculo para que ella se divirtiera mucho trabajando con ellos, al menos en la mayor parte del tiempo (“Fue divertido mientras duró, pero no volvería a repetir la experiencia. Hacer películas con los hermanos Marx era llevar una vida realmente intensa”). En 1937, Margaret obtuvo el Screen Actors Guild Award por su papel en "Un día en las carreras". De sí misma decía: “Soy una correcta dama, la mejor en Hollywood. Interpretar el adecuado papel es todo un arte. Debes arropar a tu hombre, pero nunca superarle, nunca acaparar la risa”.


HAMMER: “Me refiero a sus ojos… a sus ojos, que brillan como los pantalones raídos de un traje azul”
SRA POTTER: “¿Cómo? Eso es un insulto”
HAMMER: “No es un comentario sobre usted,
es sobre los pantalones”
(“Los cuatro cocos”)

Con los Marx representó a menudo a una viuda rica a la que Groucho no tenía mucho respeto pero sí cortejaba por su dinero. Una mujer rica e ingenua, de porte aristocrático, que siempre se dejaba embelesar por el personaje de Groucho.

RUFUS T. FIREFLY: “Aquí están los planes de guerra. Valen tanto como tu vida, y es decir muy poco. Vigílalos como una gata a sus gatitos. ¿Has tenido gatos alguna vez? Claro que no. Estás muy ocupada jugando al bridge. ¿Comprendes lo que intento decirte? Te amo, ¿por qué no te casas conmigo?”
(“Sopa de ganso”)

Los papeles que ella interpretó con los hermanos Marx eran encantadoramente inocentes. Traslucían una innegable atracción por el personaje encarnado por Groucho, siempre un vividor impresentable, al que perdonaba una y otra vez sus incalificables atropellos y desdenes en cuanto éste desplegaba sus lisonjas, tomando incluso por halagos o rarezas los surrealistas insultos de Groucho, que a menudo no comprendía, con lo que despertaba en el público a la vez la risa y la compasión.

Morrie Ryskind, co autor de las películas “Los cuatro cocos”, “El conflicto de los Marx” y “Una noche en la ópera”, recalcaba que Margaret Dumont realmente era el personaje que interpretó con tanto éxito en la escena y en la pantalla: “Había sido una dama de la sociedad y, tras morir su marido, necesitaba un trabajo. Groucho le comentó que aquello sería divertido”. Efectivamente, el personaje que interpretó en la pantalla como una impasible mujer de buena sociedad se correspondía exactamente con lo que ella era. Su marido fue un millonario industrial y ella a menudo localizaba sus películas en sus mansiones de Palm Springs, California, y París, Francia.

Y de la siguiente manera expresaba el concepto de su famosa dignidad: “No es el vestido largo o su fino material lo que hace elegante o no a una mujer, sino su porte y la cantidad de ropa que lleva bajo el vestido”. Su inimitable cualidad, que la hacía tan diferente al resto de las actrices del momento, fue perfectamente descrita por el director George Cukor: “Su elegancia fue perfectamente fingida”.

HUGO HACKENBUSH: “Emily, no puedo ocultarlo
por más tiempo. La amo”
EMILY UPJOHN: “¡Oh, Hugo!”
HUGO HACKENBUSH: “Es la eterna historia. Chico encuentra a chica. Romeo y Julieta. ¡Tarzán y los monos!”
(“Un día en las carreras”)
 
Tras su colaboración con los hermanos Marx, y aunque en pequeños papeles bastante espaciados unos de otros, Dumont continuó apareciendo en la gran pantalla durante las décadas de los 40, 50 y 60. Actuó en más de cincuenta películas, eso sin contar sus pequeñas intervenciones en el cine mudo. Coincidió también en la gran pantalla con otros cómicos de renombre como W. C. Fields (“Never give a sucker an Ever Break”), Laurel y Hardy (“The dancing masters”), Danny Kaye (“Rumbo a Oriente”), Red Skelton (“Escuela de sirenas”), Jack Benny ("The horn blows at midnight") o Abbott y Costello (“El pequeño fenómeno”). Y destacan también otros títulos de su filmografía como “Historia de dos ciudades” y “Mujeres”. O “Ella y sus maridos”, su última aparición en pantalla, en donde daba vida a la madre del personaje de Shirley McLaine.


En 1965, pocos días antes de su muerte, tuvo la oportunidad de recrear junto a su inseparable Groucho una escena de “El conflicto de los Marx”. Fue en el programa de televisión "The Hollywood Palace". Todo un documento.

Margaret Dumont nos dejaba el 6 Marzo de 1965 a la edad de 83 años. En las entrevistas que concedió a lo largo de su vida, tanto en prensa como en televisión, conservó siempre el aire del antiguo estilo teatral, con su cuidada dicción, y una voz potente que se podía proyectar para alcanzar la última fila del teatro. También era una correcta cantante de melodías clásicas, faceta ésta que aprovechó en algunas de sus películas.

Fue una actriz muy versátil que interpretó un extenso abanico de papeles durante sus largos años de carrera, primero en el teatro y después en el cine. Aunque, inevitablemente, será siempre recordada como la “prácticamente quinta hermana Marx”.

WOLF: “Martha, querida, hay muchos lazos que nos mantendrán unidos eternamente”
MARTHA: “¿En serio?¿Cuáles son?”
WOLF: “Sobre todo económicos y materiales…”
MARTHA: "Y dime, Wolfie, cariño, ¿tendríamos una casa bonita?”
WOLF: “Pues claro. ¿No estarás pensando en mudarte?”
(“Tienda de locos”)

Gracias, Margaret. Por querer compartir tu saber estar y tu saber hacer con todos nosotros. Y gracias, también, a Ana Díaz Plana, Elsa Fábregas y Carmen Robles, las tres maravillosas voces españolas de esta distinguida dama americana.

lunes, 3 de agosto de 2009

Los cuatro cocos

El Hotel de Cocoanut atraviesa uno de sus peores momentos. Su propietario y director, el señor Hammer (Groucho para los amigos), debe ya algunas semanas de paga a sus botones y demás empleados. Entre los pocos clientes del hotel, la millonaria señora Potter (cómo no, Margaret Dumont) es la única que paga sus facturas. Las pérdidas del negocio hotelero obligan a Hammer a vender parcelas de la finca. En ese momento, llegan al hotel dos personajes excéntricos (hablamos, claro, de Chico y Harpo) que, por supuesto, provocan un caos aún mayor en el establecimiento.

Este genuino argumento pertenece a la primera película de los hermanos Marx: Los cuatro cocos” (The cocoanuts), comedia musical producida por la Paramount y dirigida por Robert Florey y Joseph Santley. Estrenada el 3 de Agosto de 1929, hace hoy 80 años, fue uno de los primeros ejemplos de adaptación de una obra musical al nuevo medio, el cine.


Una vez alcanzada la consagración en Broadway, gracias al fulgurante éxito de su espectáculo “I’ll say she is!”, los hermanos Marx prosiguieron su carrera de triunfos en el escenario con “The Cocoanuts” y “Animal crackers”. La obra musical “The Cocoanuts” comenzó su andadura el 8 de Diciembre de 1925 en el Lyric Theatre de Nueva York. Con libreto de George S. Kaufman y maravillosas canciones de Irving Berlin, tuvo 276 representaciones y fue protagonizada por los cuatro hermanos Marx y Margaret Dumont.

A finales de Diciembre de 1928, en plena representación de “Animal Crackers”, los Marx recibieron una llamada de la agencia William Morris comunicándoles que la Paramount tenía interés en realizar una adaptación cinematográfica de “The cocoanuts”.


En principio, la oferta hecha por Adolph Zukor fue de 75.000 dólares por todo el conjunto, es decir, actores y libreto. Pero el siempre hábil negociador Chico consiguió que el presidente de la Paramount llegara a los 100.000 porque, según le explicó, la obra representaba toda una vida de dedicación al espectáculo, una vida puliendo y desarrollando su particular estilo de humor.

Morrie Ryskind fue el encargado de hacer unas sencillas adaptaciones al libreto, ya que lo que se pretendía era filmar el espectáculo tal cual fue representado en Broadway. Pero no fue tan simple como podría parecer para el productor ni para los directores. El film contó con dos directores distintos, asignados por el propio Zukor, de los que Groucho decía: “Uno de ellos (el francés Robert Florey) no entiende el inglés, y el otro (el antiguo director de baile Joseph Santley) no entiende la comedia”.


El mayor problema, sin embargo, consistió en lograr un sonido aceptable. “Los cuatro cocos” fue rodada en un teatro de Nueva York. Aún no existían los platós insonorizados y era necesario improvisar ingeniosas soluciones, como forrar las paredes con arpillera y construir cabinas donde meter las ruidosas cámaras y los artilugios para registrar los diálogos. Además, tuvo que ser rodada en las primeras horas de la mañana para reducir los ruidos del tráfico exterior. Entre otros pequeños trucos de ingenio, todos los papeles utilizados como accesorios en la película fueron previamente mojados. Esto permitía no sobrecargar el incipiente equipo de sonido con el ruido de papeles arrugándose.

Hubo muchas demoras durante la filmación y en su mayoría fueron debidas a las ausencias injustificadas de Chico en el set de rodaje. Se escapaba un rato a consultar con su corredor de apuestas o a jugar un par de manos de pinacle. Y si la cosa se ponía bien, se olvidaba de volver. El resto de hermanos tenían que salir en su busca. Y cuando, al fin, se lograba reunir a los cuatro y la cámara se ponía en funcionamiento, la filmación quedaba interrumpida porque a uno de los hermanos se le ocurría improvisar, lo cual provocaba la estruendosa carcajada de uno de los directores, carcajada que ahogaba cualquier otro sonido que debiera registrarse en la banda sonora. Se hacía entonces un descanso hasta la siguiente toma, y esto le daba a Chico oportunidad de escaparse de nuevo. Y, una vez más, los otros tres hermanos debían ir en su busca. Para resolver el doble problema hicieron que los directores se comunicasen con los actores, por señas, desde el interior de una jaula de vidrio insonorizada. Y después se resolvió lo de Chico. Le pusieron un teléfono para que pudiera llamar a su corredor de apuestas cuando quisiera sin tener que detener la producción.

Las primeras discusiones con producción surgieron a propósito del famoso bigote pintado de Groucho y su costumbre de hablar con los espectadores. El productor consideraba imprescindible para la película un bigote de pelo auténtico, y pretendía que Groucho no se dirigiera al hablar a la cámara como si se tratara del público. Se hizo necesario rodar una prueba y organizar un pase previo en cine para demostrar que el actor tenía razón. En el final de la película, los cuatro hermanos se saludan entre ellos para después saludar durante un buen rato a cámara, es decir, al público.


Acostumbrados durante años a moverse a sus anchas por los escenarios, para ellos representaba una tortura el tener que mantenerse dentro de los límites marcados con tiza en el suelo del plató, para no salirse de cuadro o evitar quedarse en sombras. El director de fotografía, George Folsey, explicaba : “En una secuencia tuvimos cuatro cámaras siguiendo a Groucho. Una de ellas le tenía en primer plano, cuando llamaba al botones. Éste no respondía y Groucho se agachó para meter la cabeza por el agujero de la mesa. El cámara lo perdió, claro. Cuando éste intentó picar la cámara hacia el suelo, aquél ya se había levantado”.

Los personajes de Chico y Harpo no tenían nombre en esta película. En los créditos aparecen como “Chico” y “Harpo”. En la representación en Broadway de la misma obra, Chico era llamado “Willy the wop” y Harpo “Silent Sam”. En una escena de la película, Harpo es referido como “Silent Red”. Sin embargo, la peluca roja de Harpo parece negra en pantalla. Esto le llevó a que en sus siguientes films utilizara una peluca rubia para que pareciera más luminosa.


En “Los cuatro cocos”, como ocurriría en sus posteriores películas, existen momentos autobiográficos de lo hermanos Marx, es decir, momentos basados en sus propias experiencias. Uno de ellos lo tenemos en la escena en la que Chico y Harpo deciden registrarse en el hotel:

GROUCHO: “Lo siento, no tenemos vacantes… Pero tenemos habitaciones”.
CHICO: “Muy bien, tomamos una habitación”.
GROUCHO: “¿Quieren una habitación?
CHICO: “No, tomamos una vacante”.

Esto hace alusión a un incidente que tuvo Groucho en un hotel americano. El letrero de la entrada decía “Free rooms”. Groucho se negó a pagar su estancia en dicho hotel alegando que “free” significa “gratis”. Lo cierto es que “free” también tiene en inglés otro significado: “libre”. El caso fue a juicio, y el juez le dio la razón a Groucho por considerar que el cartel era ambiguo y que el cliente se acogió al significado que más le convenía, significado por otra parte correcto. Desde entonces, los hoteles americanos cambiaron su cartel de “free rooms” por “vacant rooms".

Otro momento basado en una experiencia personal de los hermanos lo tenemos cuando Chico es interrogado respecto a la chaqueta que lleva:

MUJER: “¿Es su chaqueta? Pues no le sienta bien”.
CHICO: “Claro, me la hicieron a medida”.

Da la “casualidad” de que el padre de los hermanos Marx era sastre. Al menos, ejercía como tal (“No utilizaba el metro y se negaba a hacer patrones, de ahí que nunca tuviera el mismo cliente dos veces”). ”.

Paralelamente al rodaje de “Los cuatro cocos”, los Marx representaban “Animal Crackers” en el 44th Street Theatre, en Broadway, todas las noches y las tardes de los Miércoles y Domingos. La función terminaba tarde y, a pesar de que sólo rodaban cuatro días a la semana, madrugar para ir al plató era un suplicio añadido. Chico y Harpo, en especial, tenían la costumbre de dormirse en los camerinos entre plano y plano.

Groucho, Harpo, Chico, Margaret Dumont y Basil Ruysdeal, en el papel del detective, repetían los personajes que habían interpretado en el escenario. Pero Mabel Whithee y Jack Baker, los personajes musicales más importantes en la obra teatral, fueron sustituidos por Mary Eaton y Oscar Shaw, quienes incluso consiguieron que sus nombres figuraran en los carteles y en los títulos a la misma altura que los hermanos Marx.


El preestreno de “Los cuatro cocos” tuvo lugar el 23 de Mayo de 1929, en el cine Rialto de Times Square, Nueva York. Pero el resultado de la proyección no gustó a los hermanos Marx. No era lo que ellos esperaban. La copia no estaba en buen estado y el equipo de sonido del cine era muy deficiente. Intentaron comprar el negativo y destruirlo. Afortunadamente para nosotros, el estudio no aceptó. Una vez subsanados algunos defectos, el largometraje funcionó muy bien, recaudó más de dos millones de dólares y se convirtió en la película más taquillera de las producidas por el estudio en ese año.

Llegó a comentarse que si la recaudación había sido tan alta fue debido a que miles de espectadores vieron la película una y otra vez. Porque entre el mal sonido y las carcajadas del público no se enteraban de la mitad de los chistes. 


Los cuatro cocos” fue el inicio de una bonita amistad entre los hermanos Marx y el cine. Amistad que aún hoy perdura.